¿Poder volar? Atravesaría el cielo nocturno, vería las luces
de la ciudad titilando a lo lejos, supurando almas que vienen y van, siempre a
punto de desaparecer, siempre a punto de explotar.
¿Cruzar la colina? Vería quizás un paisaje desconocido, pulsos
de vida viva que jamás antes sentí, rostros que se cuelan por una nueva
ventana, y que en un instante se convierten en odio, amor, y que se en su
propia pasión desaparecen, dejando huellas que se extinguen poco a poco, como rastros
de bengalas amargas en la memoria.
¿Atravesar la puerta? Descendería en una tenebrosa espiral
de anhelos cubiertos por el polvo fino e indulgente de la juventud, buscando el
tesoro, el enemigo escondido que respira negrura en el rincón, perdido por
siempre en la mazmorra sin fin donde dormitan los sueños ocres y mustios que
aguardan inciertos, hijos de una hechicería íntima, inconfesable, recóndita y sí,
también caduca.
Si quisiste todo eso alguna vez, si en un momento pensaste
que dentro de tu cabeza bullían mundos, galaxias enteras que nacían y morían en
fracciones de segundo, si alguna vez estuviste justo donde estás ahora, y a la
vez lejos, en un país que solo era tuyo, indómito y maravilloso, entonces es
porque dentro de ti, siempre fuiste un viajero.
Y si alguna vez sentiste que aquel mundo privado y hermoso
estaba en peligro, si algo en tu interior se revolvió cuando el viento quiso
arrancar ese pequeño pedazo de ti que revoloteaba, siempre hermoso y frágil,
como una cometa en la playa, si hay algo que es solo tuyo, y sigue vivo,
entonces es porque dentro de ti, siempre fuiste un héroe.
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